Carla Alegría Vásquez: aviso de utilidad pública

Carla Alegría Vásquez: aviso de utilidad pública
Carla Alegría Vásquez, cientista política.

En su tradicional columna de opinión para Séptima Página Noticias, la cientista política entrega un profundo mensaje de Navidad ligado a nuestra realidad política comunal


Por Carla Alegría Vásquez (cientista política)

         En vísperas de Navidad, cuando todo invita a la confianza, hay experiencias que obligan a estar alerta.

PRIMERA ALERTA
Hace poco vi la miniserie Alicia, disponible en Netflix. En ella, uno de los personajes es un político que busca votos mientras, en privado, persigue intereses muy distintos. Esa escena funciona como alerta porque revela un patrón: la distancia entre el discurso público y las motivaciones reales. He visto de cerca más de una vez a personas que se presentan como servidores públicos, pero que, cuando toman confianza, muestran una lógica distinta, más instrumental, donde el poder importa más que el servicio. Ver la escena fue recordar viejos tiempos.
SEGUNDA ALERTA
Me enteré de que la diputada más votada del Maule sur solicitará a Contraloría que indague denuncias de irregularidades. Que existan autoridades que se hagan parte y activen los mecanismos de control institucional es una buena señal. En un escenario donde se han normalizado los sobresueldos, los pagos políticos, las asesorías dudosas y los dobles discursos, que alguien haga su trabajo y pida que se investigue no es menor. Aunque no garantice resultados inmediatos, recuerda que la fiscalización existe y que no todo da lo mismo.
TERCERA ALERTA
Vi un video de alguien que dice sentirse amenazada por acusaciones falsas. Sin embargo, no son pocos los municipios que exigen pagos por militancia o participación en actividades fuera de horario para sumar adherentes. Tampoco es novedad que los sobresueldos se hayan normalizado como una de las formas en que la política partidista se sirve del Estado, sin una regulación clara ni controles efectivos. A eso se suma que no son pocos quienes salen a defender lo indefendible, aun sin estar de acuerdo, por compromisos asumidos o presiones que circulan en grupos de WhatsApp donde se bajan líneas y se exige lealtad.
CUARTA ALERTA
Un concejal señala en sus redes sociales que personas con antecedentes cuestionables desde hace años ya están solicitando el cargo de la Delegación. Llama la atención que estos puestos se vean como premios, cuando son cargos sin presupuesto ni beneficios relevantes. La pregunta es inevitable: ¿real vocación de servicio público o búsqueda de poder por aspiraciones personales?
QUINTA ALERTA
Un mensaje por WhatsApp. Detalles mínimos. La advertencia de que no se puede hablar por teléfono da para pensar lo peor. Y la realidad, una vez más, supera la ficción. Aparecen antecedentes de estafas sin sanción visible, pero también algo más silencioso y doloroso: víctimas que no quieren exponerlo públicamente. No por falta de verdad, sino porque desean cerrar meses —a veces años— de angustia y avanzar. Porque que te estafe un amigo no solo afecta lo económico; quiebra la confianza, da vergüenza, genera miedo. Y muchas veces el silencio es la única forma que encuentran para protegerse y seguir adelante.
CONCLUSIÓN 
El descriterio y las estafas no pertenecen a un solo sector político ni a un estereotipo reconocible. Están en todos lados. A veces tan camuflados que cuesta identificar el patrón: dineros que no se devuelven, deudas impagas, estilos de vida que no calzan con los ingresos reales. Y cuando ese velo cae, porque alguien se atreve a denunciar, suelen aparecer las defensas cerradas, justificaciones emocionales y ataques a quien denuncia. No para reparar el daño, sino para relativizarlo, como si señalar la mentira fuera más grave que mentir. Desde mi vereda, siempre he tomado posición. No es fácil ni pretende ser un mérito, pero no seré parte de decisiones que terminan afectando a otros. No relativizo ese descaro, porque no hay excusas para mentir o estafar; y menos hacia un hermano, un amigo o un colega. Ninguna. Que existan casos peores no vuelve aceptable lo inaceptable. Y me molesta aún más que quien miente o estafa trata de manipular la verdad. Por eso, esta Navidad agradezco rodearme de personas sinceras y tomar distancia de quienes prefieren aparentar. Lo considero un acto de cuidado y también un regalo: poder vivir tranquila, dormir sin deudas morales ni materiales, y sin deberle nada a nadie. A fin de cuentas, en tiempos donde la moral parece negociable, esa tranquilidad no es menor. Quizás ese sea el mejor regalo para pensar el 2026: no uno material, sino aquello que necesitamos soltar para cuidar la confianza.
Que este aviso de utilidad pública se replique, para que quienes roban o estafan no crean que irse de la ciudad borra la memoria ni las responsabilidades. Porque en la vida —como en política— hay que estar atentos y rodearse de amistades reales, para que la verdad, tarde o temprano, salga a la luz.

123