Este fin de semana, 29 de junio de 2025, Chile vive una nueva jornada de elecciones primarias. Una herramienta democrática que, aunque no está exenta de críticas, representa una oportunidad concreta de participación ciudadana en la definición de liderazgos.
En tiempos de desconfianza política, las primarias permiten que las decisiones no queden solo en manos de las cúpulas, sino que bajen al barrio, al votante informado (o desinformado, pero soberano al fin y al cabo).
Claro que no faltan los detractores: que son caras, que participa poca gente, que no vale la pena. ¿Pero cuánto cuesta realmente la democracia? ¿Cuánto estamos dispuestos a invertir —como país— en garantizar que la ciudadanía tenga voz? Si nos escandaliza el presupuesto para una primaria abierta, deberíamos preguntarnos cuánto más nos cuesta cuando las decisiones se toman a puertas cerradas y pagamos los costos políticos, sociales y económicos de una mala elección.
Este año, cuatro candidatos/as compiten en la primaria del pacto “Unidad por Chile” (solo la izquierda inscribió primarias legalmente)
● Gonzalo Winter (Frente Amplio), diputado y abogado.
● Jeannette Jara (Partido Comunista), ex Ministra del Trabajo.
● Carolina Tohá (Partido por la Democracia / Socialismo Democrático), exministra del Interior.
● Jaime Mulet (Federación Regionalista Verde Social), diputado regionalista.
Todos han anunciado que, tras la primaria, apoyarán al ganador o ganadora. En la franja, algunos descansaron en el humor, la cercanía o el formato de late show; otros optaron por la seriedad y la defensa ante los golpes de la política.
La franja ha sido un laboratorio sobre cómo se le habla a Chile: ¿gritando, cantando, seduciendo o aguantando? Algunos fueron audaces —incluso irreverentes—, otros se
apegaron al guión clásico: actos territoriales, tomarse fotos y promesas de “orden y seguridad”. Destaco a quienes arriesgaron, porque al menos reconocieron que el país cambió. No basta decir “soy el mejor”, hay que demostrar que se entiende al Chile tensionado, preocupado, con hambre de propuestas sinceras.
Asimismo, aunque la presidencia no puede solo solucionar todo —con un Estado dividido en poderes y presionado por intereses nacionales e internacionales—, el primer mensaje al electorado sí sienta el tono para enfrentar esas presiones.
Uno de los aspectos más polémicos ha sido el llamado de sectores de la derecha a votar por Jeannette Jara, del Partido Comunista. Una jugada cuyo objetivo es desvirtuar la primaria de la izquierda, evidenciando cómo algunos ven la participación electoral como un juego instrumental. Un llamado que habla más de miedo que de estrategia, demostrando cuán incómodo resulta para algunos que mujeres, comunistas y decididas compitan con posibilidades reales .
Personalmente, no milito en ningún partido político. Lo intenté muchas veces. Pero cada vez que quise comprometerme, enfrenté violencia política: burocracia, silencios incómodos, ninguneos y exclusiones. Por eso, hablo desde la independencia y la convicción ciudadana.
No es que no crea en los partidos: creo que son necesarios —aunque muchos estén enfermos del olvido del origen democrático y del servicio público—. Así que, defiendo estas primarias no porque crea en todos los candidatos o sus programas.
Las defiendo porque creo en el derecho a elegir. La democracia no se cuida sola. Y si queremos un país mejor, más justo y decente, no podemos permitir que otros decidan por nosotras. Voy a votar, y nunca voto ni nulo ni blanco. Porque creo que el voto es una figura real de nuestra responsabilidad y derecho construido a lo largo de los años por convicción. Estoy segura que quienes no votan o les molesta la participación en estos procesos son el resultado de la carencia de educación cívica y el adormecimiento ...el adormecimiento de una ciudadanía que fue acostumbrada a mirar desde la galería mientras otros decidían por ella.
Este domingo no solo se juega una candidatura. Se juega la dignidad de creer que todavía somos capaces de elegir, de participar, de hacernos cargo. Porque si la democracia nos parece cara, es porque todavía no hemos probado lo que cuesta vivir sin ella. Votar no es un gasto. Es una garantía.