Daniel Jadue: narcotráfico y capitalismo marginal, la pobreza no se humaniza, se combate

Daniel Jadue: narcotráfico y capitalismo marginal,  la pobreza no se humaniza, se combate
Daniel Jadue, ex alcalde de la comuna de Recoleta.

En columna de opinión para Séptima Página Noticias, el ex alcalde de Recoleta expresó que “los medios hegemónicos insisten en hablar de ‘barrios críticos’ y ‘poblaciones vulnerables’, evitando nombrar lo obvio: población sobrante para el capital. No es que el Estado se haya olvidado de ellos: los ha condenado a la marginalidad estructural, porque el capital ya no los necesita como trabajadores productivos. Son parte del ejército industrial de reserva, mantenido a raya por una mezcla de represión policial, narcotráfico funcional y caridad institucional”, dijo el ex edil PC


Por Daniel Jadue (arquitecto, sociólogo y político chileno de ascendencia palestina.​Militante del Partido Comunista de Chile y ex alcalde de la comuna de Recoleta)  

                                                           En el último tiempo algunos medios de comunicación vienen realizando un esfuerzo por dar voz a los habitantes de las poblaciones asediadas por la violencia narco, la corrupción policial y el abandono estatal. A primera vista, el ejercicio parece encomiable: ¿quién podría estar en contra de “escuchar a la comunidad”?

Sin embargo, tras la fachada empática se esconde un dispositivo ideológico peligroso: la neutralización política del conflicto de clases y su conversión en un problema de “falta de Estado”, “ausencia de políticas públicas” o, en el mejor de los casos, de “exclusión social”. En suma: un problema técnico-administrativo, no un conflicto de raíz estructural.

Esos análisis nos ofrecen un diagnóstico tibio, que jamás se atreve a nombrar lo que realmente sucede: que el narcotráfico no es una deformación del sistema, sino una de sus expresiones más coherentes, en sus propios márgenes.

En lugar de plantear que el narcotráfico es una “economía paralela” que surge por ausencia del Estado, el marxismo nos permite entenderlo por lo que realmente es: una fracción lumpenizada del capital, que funciona bajo la misma lógica de acumulación que cualquier empresa legal. Produce, distribuye, invierte, soborna, externaliza, subcontrata, impone disciplina laboral por la vía del sicariato, y reproduce la ideología dominante a través de redes clientelares y culturales. El narco es capital, pero sin corbata.

Como señaló Marx en El Capital, “el capital llega al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros”. Si el capital legal se presenta como civilizado, es solo porque su etapa primitiva de acumulación ya se ejecutó. El narcotráfico representa esa barbarie fundacional en estado puro, necesaria para sostener un modo de producción que ya no necesita a toda la clase obrera y por lo tanto produce miseria como regla para mantener a raya a la clase trabajadora que aún resulta necesaria.

Los medios hegemónicos insisten en hablar de “barrios críticos” y “poblaciones vulnerables”, evitando nombrar lo obvio: población sobrante para el capital. No es que el Estado se haya olvidado de ellos: los ha condenado a la marginalidad estructural, porque el capital ya no los necesita como trabajadores productivos. Son parte del ejército industrial de reserva, mantenido a raya por una mezcla de represión policial, narcotráfico funcional y caridad institucional.

El narco, en este escenario, actúa como gestor informal del orden burgués: pacifica con violencia, da trabajo precario, administra subsidios, y reproduce relaciones de dominación ideológica con estética barrial. Ocupa el vacío porque el Estado lo permite, porque la burguesía prefiere balas que salarios, mientras esconde la ruta del dinero narco detrás del secreto bancario.

Lo más problemático es la propuesta final que de buenas a primera parece lógica y necesaria pero que no discute lo esencial: más Estado, más programas sociales, más “presencia”, pero sin cuestionar jamás para qué clase opera el Estado, ni denuncia que las policías son fuerzas armadas del instrumento de dominación de clase. Se sueña con un capitalismo “más humano”, una suerte de Tercer Sector que reemplace al narco con ONGs, jardines infantiles y ferias culturales, pero eso no es lo necesario, lo necesario es la transformación radical del estado y la Sociedad.

Como decía Engels, el reformismo burgués pretende mejorar la condición del proletariado para que siga aceptando su esclavitud. Lo que hace falta no es más presencia estatal, sino poder popular y ruptura revolucionaria del orden capitalista. Ningún programa social puede resolver lo que solo puede erradicarse destruyendo las condiciones materiales que lo producen: la propiedad privada de los medios estratégicos de producción, la miseria planificada y la alienación territorial de la clase obrera.

Estos análisis, aunque bien intencionados, blanquean el narcotráfico al desconectarlo de su raíz de clase y ofrecen respuestas incapaces de modificar la realidad. No basta con “escuchar” a la comunidad; hay que organizarla políticamente como clase obrera, y disputar el poder, no la subvención.

El narco no es el enemigo principal: es el gerente territorial de un capitalismo que expulsa, segrega y mata. El verdadero enemigo sigue siendo el capital, con o sin fusil. Como decía Lenin: “Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”. Escuchar está bien. Pero sin teoría de clase, lo único que se escucha es el eco de la derrota.

(El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de Séptima Página Noticias).